Sobre Crímenes y jardines de Pablo De Santis
por Silvina Rodríguez
Tierra de Libros
SI me gustó el estilo del autor hace más de una década y en sendos textos también de enigmas, de búsquedas y misterios a descifrar, de los cuales mi recuerdo es su escritura, el modo de contar, voy con fe diciendo que los que se deleitan con la literatura dizque policial y con un entramado donde las palabras cuentan en todos los sentidos posibles van a encontrar lo que buscan. En ese tiempo acompaño de modo casual a una de mis hijas en su experiencia con “El último espía “(este autor tiene una decena de títulos de LIJ –literatura infantil y juvenil), una novela como para chicos de diez años, que tiene tantos condimentos desde la historia y desde la forma de contar que podríamos disfrutarla a cualquier edad…
Así
llegamos a febrero del 2014, sol a pleno, reposera y “Crímenes y
jardines”. La conjunción no puede ser más dispar y sin embargo de Santis
se va imponiendo por encima del calor, la música y la limonada helada,
con un ritmo propio que no permite el apuro, más bien se agradece que el
texto esté estructurado en cinco partes, en sendos y diversos jardines.
Ni hablar de los crímenes. Si quieren sangre, heridas, autopsias y
pistas que se confunden y (nos) pierden, las van a tener. Ahora bien, en
vez de quedarse en la mera novela policial, el autor enriquece la
historia con la perdida Atlántida, el Club Sub Rosa con sus integrantes,
los “filósofos de los jardines”, una entrevista a Carlos Thays, y a la
cabeza de todos los personajes, Sigmundo Salvatrio, quien es a la vez el
sucesor del maestro de detectives Craig, el amante de Greta, el rival
de Castelvetia, el amigo de Seguí y el que resuelve con precisión todo
el enigma…Como el plano que nos muestran de la Atlántida, los círculos
se van cerrando hasta llegar al centro. Y allí está Irene, la delirante,
la princesa de la Atlántida, la hija del empresario de la sal Dux
Olaya. Y no, no puedo decir mucho más. Y sí, es una especie de secuela
de “El enigma de París”, ahora estamos en Buenos Aires en 1894, y
reencontramos a algunos de los personajes.
El resto debe ser parte de la lectura que cada quien haga, por su propia cuenta y riesgo.
Silvina Rodríguez
Tierra de Libros
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