Pues bien, con el libro en mis manos decidí encarar
ahora sí el contacto directo con el cuento que da título a la
compilación última de Martínez, quien presenta su libro la semana
próxima en Palermo Hollywood.
En
el juego continuo de causas y azares que tiene mi vida con la
literatura, ayer escuché por primera vez el cuento “Sobre la falda” de
Elsa Bornemann, el cual forma parte de “Un elefante ocupa mucho
espacio”. La historia de esta familia, feliz de estar sentada siempre
uno sobre otro, la madre sobre el padre, el hijo sobre ella, los
mellizos sobre el hijo, me resuena en algún lugar cuando empiezo a leer
esta historia. Que en todo caso, es la historia de dos familias. Los M
(nunca sabremos el apellido completo) y la del narrador, en rigurosa
primera persona, y también innominado, trucos a las cuales Martínez ya
nos tiene acostumbrados. Los M, decía, una familia sempiternamente
feliz, al menos, a los ojos de los que “ven” desde afuera. Y me doy
cuenta de que mi pregunta sobre qué sería “Una felicidad repulsiva” a
unos chicos de secundaria, para ver si podían predecir sin leer, había
tenido una respuesta correcta: “La felicidad de otros”, me dijo uno de
los alumnos.
El protagonista se
obsesiona con esos jugadores de tenis que siempre triunfan, con los
adolescentes que se le parecen y a la vez no, que tienen un estilo de
vida tan diferente. Y en esa obsesión, de la que no se despega siquiera
yéndose del país a estudiar primero y a trabajar después, vemos desfilar
años de su vida y de su propia familia, que va desmoronándose poco a
poco, como la metáfora de su casa, literalmente “meada por los perros de
los vecinos” del piso de arriba, a quienes tuvieron que alquilar por
falta de dinero, y por la mala suerte, o vibra, o energía, como se
prefiera llamarla. “La ruina de la casa Usher”, le cuenta su hermana y
confidente, en una carta y la sombra de Poe asoma, así como la de Wilde
en “El retrato de Dorian Gray” para ilustrar a los que nunca envejecen, y
siguen siendo felices, reencarnados en nuevas familias, en cualquier
parte, que no son las nuestras. También pienso en “Casa tomada”, de
Cortázar, para remedar a la que va perdiendo lenta pero inexorablemente a
manos de sus inquilinos, la de la familia del narrador.
El
cuento tiene un efecto hipnótico y queremos saber, en forma perentoria,
cuál es la receta para la felicidad perfecta y sin fisuras de la
familia M. Citaremos como el narrador, al catalán Joaquín Bartrina,
quien aconseja
“SI quieres ser feliz, como me dices, no analices, muchacho, no analices”.
Una
trampa (la de no analizar) que el narrador no puede soslayar, y en la
búsqueda de una respuesta satisfactoria se le va la vida.
Silvina Rodríguez
Tierra de Libros
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